sábado, 26 de marzo de 2011

Reflexionfidel: Entre la emigración y el crimen


Los Latinoamericanos no son criminales natos ni inventaron las drogas.






26 MARZO 2011 

Los aztecas, los mayas, y otros grupos humanos precolombinos de México y Centroamérica, por ejemplo, eran excelentes agricultores y ni siquiera conocían el cultivo de la coca.

Los quechuas y aymaras fueron capaces de producir nutritivos alimentos en perfectas terrazas que seguían las curvas de nivel de las montañas. En altiplanos que sobrepasaban a veces los tres y cuatro mil metros de altura, cultivaban la quinua, un cereal rico en proteínas, y la papa.

Conocían y cultivaban también la planta de coca, cuyas hojas masticaban desde tiempos inmemorables para mitigar el rigor de las alturas. Se trataba de una costumbre milenaria que los pueblos practican con productos como el café, el tabaco, el licor u otros.

La coca era originaria de las abruptas laderas de los Andes amazónicos. Sus pobladores la conocían desde mucho antes del Imperio Inca, cuyo territorio, en su máximo esplendor, se extendía en el espacio actual del Sur de Colombia, todo Ecuador, Perú, Bolivia, el Este de Chile, y el Noroeste de Argentina; que sumaba cerca de dos millones de kilómetros cuadrados.

El consumo de la hoja de coca se convirtió en privilegio de los emperadores Incas y de la nobleza en las ceremonias religiosas.

Al desaparecer el Imperio tras la invasión española, los nuevos amos estimularon el hábito tradicional de masticar la hoja para extender las horas de trabajo de la mano de obra indígena, un derecho que perduró hasta que la Convención Única sobre Estupefacientes de Naciones Unidas prohibió el uso de la hoja de coca, excepto con fines médicos o científicos.

Casi todos los países la firmaron. Apenas se discutía cualquier tema relacionado con la salud. El tráfico de cocaína no alcanzaba entonces su enorme magnitud actual. En los años transcurridos se han creado gravísimos problemas que exigen análisis profundos.

Sobre el espinoso tema de la relación entre la droga y el crimen organizado la propia ONU afirma delicadamente que “Latinoamérica es ineficiente en el combate al crimen.”

La información que publican distintas instituciones varía debido a que el asunto es sensible. Los datos a veces son tan complejos y variados que pueden inducir a confusión. De lo que no cabe la menor duda es que el problema se agrava aceleradamente.

Hace casi un mes y medio, el 11 de febrero de 2011 un informe publicado en la Ciudad de México por el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia de ese país, ofrece interesantes datos sobre las 50 ciudades más violentas del mundo, por el número de homicidios ocurridos en el año 2010. En él se afirma que México reúne el 25% de ellas. Por tercer año consecutivo la número uno corresponde a Ciudad Juárez, en la frontera con Estados Unidos.

A continuación expone que “…ese año la tasa de homicidios dolosos de Juárez fue 35% superior a la de Kandahar, Afganistán ―la número dos en el ranking― y 941% superior a la de Bagdad…”, es decir, casi diez veces superior a la capital de Irak, ciudad que ocupa el número 50 de la lista.

Casi de inmediato añade que la ciudad de San Pedro Sula, en Honduras, ocupa el tercer lugar con 125 homicidios por cada 100 000 habitantes; siendo solo superada por Ciudad Juárez, en México, con 229; y Kandahar, Afganistán, con 169.

Tegucigalpa, Honduras, ocupa el sexto con 109 homicidios, por cada 100 000 habitantes.

De este modo se puede apreciar que Honduras, la de la base aérea yanki de Palmerola, donde se produjo un Golpe de Estado ya bajo la presidencia de Obama, tiene dos ciudades entre las seis en que se producen más homicidios en el mundo. Ciudad de Guatemala alcanza 106.

De acuerdo a dicho informe, la ciudad colombiana de Medellín, con 87.42 figura también entre las más violentas de América y el mundo.

El discurso del Presidente norteamericano Barack Obama en El Salvador, y su posterior conferencia de prensa, me condujeron al deber de publicar estas líneas sobre el tema.

En la Reflexión de marzo 21 le critiqué su falta de ética al no mencionar en Chile siquiera el nombre de Salvador Allende, un símbolo de dignidad y valentía para el mundo, quien murió como consecuencia del golpe de Estado promovido por un Presidente de Estados Unidos.

Como conocía que al día siguiente visitaría El Salvador, un país centroamericano símbolo de las luchas de los pueblos de nuestra América que más ha sufrido como consecuencia de la política de Estados Unidos en nuestro hemisferio, dije: “Allí tendrá que inventar bastante, porque en esa hermana nación centroamericana, las armas y los entrenadores que recibió de los gobiernos de su país, derramaron mucha sangre.”

Le deseaba buen viaje y “un poco más de sensatez.” Debo admitir que en su largo periplo, fue un poco más cuidadoso en el último tramo.

Monseñor Oscar Arnulfo Romero era un hombre admirado por todos los latinoamericanos, creyentes o no creyentes, así como los sacerdotes jesuitas cobardemente asesinados por los esbirros que Estados Unidos entrenó, apoyó y armó hasta los dientes. En El Salvador, el FMLN, organización militante de izquierda, libró una de las luchas más heroicas de nuestro continente.

El pueblo salvadoreño le concedió la victoria al Partido que emergió del seno de esos gloriosos combatientes, cuya historia profunda no es hora de construir todavía.

Lo que urge es enfrentar el dramático dilema que vive El Salvador, del mismo modo que México, el resto de Centroamérica y Suramérica.

El propio Obama expresó que alrededor de 2 millones de salvadoreños viven en Estados Unidos, lo cual equivale al 30% de la población de ese país. La brutal represión desatada contra los patriotas, y el saqueo sistemático de El Salvador impuesto por Estados Unidos, obligó a cientos de miles de salvadoreños a emigrar a aquel territorio.

Lo nuevo es que, a la desesperada situación de los centroamericanos, se une el fabuloso poder de las bandas terroristas, las sofisticadas armas y la demanda de drogas, originadas por el mercado de Estados Unidos.

El Presidente de El Salvador en el breve discurso que precedió al del visitante, expresó textualmente: “Le insistí que el tema del crimen organizado, la narcoactividad, la inseguridad ciudadana no es un tema que ocupe sólo a El Salvador, Guatemala, Honduras o Nicaragua y ni siquiera México o a Colombia; es un tema que nos ocupa como región, y en ese sentido estamos trabajando en la construcción de una estrategia regional, a través de la Iniciativa CARFI.”

“…le insistí, en que este es un tema que no sólo debe ser abordado desde la perspectiva de la persecución del delito, a través del fortalecimiento de nuestras policías y nuestros ejércitos, sino que también enfatizando en las políticas de prevención del delito y por lo tanto, la mejor arma para combatir en sí la delincuencia, en la región, es invirtiendo en políticas sociales.”

En su respuesta el mandatario norteamericano dijo: “El Presidente Funes se ha comprometido a crear más oportunidades económicas aquí en El Salvador para que la gente no sienta que debe enrumbarse al norte para mantener a su familia.”

No necesito una palabra más para expresar la esencia de una situación dolorosamente triste.

La realidad es que muchos jóvenes centroamericanos han sido conducidos por el imperialismo a cruzar una rígida y cada vez más infranqueable frontera, o prestar servicios en las bandas millonarias de los narcotraficantes.

¿No sería más justo ―me pregunto― una Ley de Ajuste para todos los latinoamericanos, como la que se inventó para castigar a Cuba hace ya casi medio siglo? ¿Seguirá creciendo hasta el infinito el número de personas que mueren cruzando la frontera de Estados Unidos y las decenas de miles que ya están muriendo cada año en los pueblos a los que usted ofrece una “Alianza Igualitaria”?










Fidel Castro Ruz

Marzo 25 de 2011

8 y 46 p.m.

Fuente:

viernes, 25 de marzo de 2011

Las verdaderas intenciones de la “Alianza Igualitaria”


23 MARZO 2011 58 COMENTARIOS
Ayer fue un día largo. Atendía desde el mediodía las peripecias de Obama en Chile, como había hecho el día anterior con sus aventuras en la urbe de Río de Janeiro. Esa ciudad, en brillante desafío, había derrotado a Chicago en su aspiración a ser sede de la Olimpiada de 2016, cuando el nuevo Presidente de Estados Unidos y Premio Nobel de la Paz parecía un émulo de Martin Luther King.

Nadie sabía cuándo llegaba a Santiago de Chile y qué haría allí un Presidente de Estados Unidos, donde uno de sus antecesores había cometido el doloroso crimen de promover el derrocamiento y la muerte física de su heroico Presidente, horribles torturas y el asesinato de miles de chilenos.

Trataba por mi parte, a la vez, de seguir las noticias que llegaban de la tragedia de Japón y la brutal guerra desatada contra Libia, mientras el ilustre visitante proclamaba la “Alianza Igualitaria” en la región del mundo donde peor está distribuida la riqueza.

Entre tantas cosas, me descuidé un poco y no vi nada del opíparo banquete de cientos de personas con las exquisiteces que la naturaleza dotó los mares, que de haberse realizado en un restaurante de Tokio, ciudad donde se paga hasta 300 mil dólares por un atún fresco de aleta azul, se habrían reunido hasta 10 millones de dólares.

Era demasiado trabajo para un joven de mi edad. Escribí una breve Reflexión y dormí luego largas horas.

Hoy por la mañana estaba fresco. Mi amigo no llegaría a El Salvador hasta después del mediodía. Pedí despachos cablegráficos, artículos de Internet y otros materiales recién llegados.

Vi, en primer lugar, que por mi culpa los despachos cablegráficos le habían dado importancia a lo que dije con respecto al cargo de Primer Secretario del Partido, y lo explicaré con la mayor brevedad posible. Concentrado en la “Alianza Igualitaria” de Barack Obama, un asunto de tanta relevancia histórica ―hablo en serio―, ni siquiera recordé que el mes próximo tendrá lugar el Congreso del Partido.

Mi actitud con relación al tema fue elementalmente lógica. Al comprender la gravedad de mi salud, hice lo que a mi juicio no fue necesario cuando tuve el doloroso accidente en Santa Clara; después de la caída el tratamiento fue duro, pero la vida no estaba en peligro.

Cuando, en cambio, escribí la Proclama del 31 de julio fue evidente para mí que el estado de salud era sumamente crítico.

Depuse de inmediato todas mis funciones públicas, añadiéndole a la misma algunas instrucciones para ofrecer seguridad y tranquilidad a la población.

No era necesaria la renuncia, en concreto, de cada uno de mis cargos.

La función más importante para mí era la de Primer Secretario del Partido. Por ideología y por principio, en una etapa revolucionaria, a ese cargo político corresponde la máxima autoridad. El otro cargo que ejercía era el de Presidente del Consejo de Estado y del Gobierno, electo por la Asamblea Nacional. Para ambos cargos existía un sustituto, y no en virtud de vínculo familiar, que jamás he considerado fuente de derecho, sino por experiencia y méritos.

El grado de Comandante en Jefe me lo había otorgado la propia lucha, una cuestión de azar más que de méritos personales. La propia Revolución, en ulterior etapa, asignó correctamente la jefatura de todas las instituciones armadas al Presidente, una función que a mi juicio debe corresponderse con la de Primer Secretario del Partido. Entiendo que así debe ser en un país que, como Cuba, ha tenido que enfrentar un obstáculo tan considerable como el imperio creado por Estados Unidos.

Transcurrieron casi 14 años desde el anterior Congreso del Partido, que coincidieron con la desaparición de la URSS y el Campo Socialista, el Período Especial y mi propia enfermedad.

Cuando progresiva y parcialmente recuperé la salud, ni siquiera me pasó por la mente la idea o necesidad de proceder al formalismo de hacer renuncia expresa de cargo alguno. Acepté en ese período el honor de la elección como Diputado a la Asamblea Nacional, que no exigía la presencia física, y con la que podía compartir ideas.

Como dispongo de más tiempo que nunca para observar, informarme, y exponer determinados puntos de vista, cumpliré modestamente mi deber de luchar por las ideas que he defendido a lo largo de mi modesta vida.

Ruego a los lectores me excusen el tiempo invertido en esta explicación, que las circunstancias mencionadas me obligaron llevar a cabo.

El asunto más importante, no lo olvido, es la insólita alianza entre millonarios y hambrientos que propone el ilustre Presidente de Estados Unidos.

Los bien informados -aquellos que conocen, por ejemplo, la historia de este hemisferio, sus luchas, o incluso, solo la del pueblo de Cuba defendiendo la Revolución contra el imperio que, como el propio Obama reconoce, ha durado más tiempo que “su propia existencia”-, con seguridad se asombrarán de su propuesta.

Se conoce que el actual Presidente es un buen hilvanador de palabras, circunstancias que, unidas a la crisis económica, el creciente desempleo, las pérdidas de viviendas, y la muerte de soldados norteamericanos en las guerras estúpidas de Bush, lo ayudaron a obtener la victoria.

Después de observarlo bien, no me sorprendería que fuera el autor del ridículo título con que se bautizó la matanza en Libia: “Odisea del Amanecer”, que hizo temblar el polvo de los restos de Homero y los que contribuyeron a fraguar la leyenda de los famosos poemas griegos; aunque admito que, tal vez, el título fuese una creación de los jefes militares que manejan las miles de armas nucleares con las cuales una simple orden del Premio Nobel de la Paz puede determinar el fin de nuestra especie.

De su discurso a los blancos, negros, indios, mestizos y no mestizos, creyentes y no creyentes de las Américas, pronunciado en el Centro Cultural Palacio de la Moneda, las embajadas de Estados Unidos distribuyeron copia fiel en todas partes, y fue traducido y divulgado por Chile TV, CNN, e imagino que otras emisoras en otros idiomas.

Fue al estilo del que pronunció el primer año de su mandato, en El Cairo, la capital de su amigo y aliado Hosni Mubarak, cuyas decenas de miles de millones de dólares sustraídos al pueblo es de suponer que conocía un Presidente de Estados Unidos.

“…Chile ha demostrado que no tenemos por que estar divididos por razas […] o conflictos étnicos”, aseguró, de este modo el problema americano fue borrado del mapa.

Insiste obsesivamente casi de inmediato en que “…este maravilloso lugar donde nos encontramos, a pocos pasos de donde Chile perdió su democracia hace varias décadas…” Todo menos pronunciar el golpe de Estado, el asesinato del pundonoroso general Schneider, o el nombre glorioso de Salvador Allende, como si el gobierno de Estados Unidos no tuviese que ver en absoluto.

El gran poeta Pablo Neruda, cuya muerte aceleró el traidor golpe, sí fue pronunciado más de una vez, en este caso para afirmar de forma bellamente poética nuestras “estrellas” primordiales son la “lucha” y la “esperanza”. ¿Ignora Obama que Pablo Neruda era comunista, amigo de la Revolución Cubana, gran admirador de Simón Bolivar, que renace cada cien años, e inspirador del Guerrillero Heroico Ernesto Guevara?

Admirado quedé casi desde el inicio de su mensaje, de los profundos conocimientos históricos de Barack Obama. Algún asesor irresponsable olvidó explicarle que Neruda era militante del Partido Comunista de Chile. Después de otros párrafos intrascendentes reconoce que: “Sé que no soy el primer presidente de Estados Unidos en prometer un nuevo espíritu de cooperación con nuestros vecinos latinoamericanos. Sé que a veces, Estados Unidos ha tomado por descontada a esta región.”

“…América Latina no es el viejo estereotipo de una región en conflicto perpetuo ni atrapada por ciclos interminables de pobreza.”

“En Colombia, grandes sacrificios por ciudadanos y fuerzas de la seguridad han restaurado un nivel de seguridad que no se veía desde hace décadas.” Allí jamás hubo narcotráfico, paramilitares ni cementerios clandestinos.

En su discurso la clase obrera no existe, ni campesinos sin tierras, tampoco los analfabetos, la mortalidad infantil o materna, los que pierden la vista, o son víctimas de parásitos como el Chaga o de enfermedades bacterianas como el cólera.

“Desde Guadalajara hasta Santiago y São Paulo, una CLASE MEDIA está exigiendo más de sí misma y más de su gobierno”, expresa.

“Cuando un golpe de Estado en Honduras amenazó el progreso democrático, los países del hemisferio invocaron unánimemente la Carta Democrática Interamericana, lo que ayudó a sentar las bases del retorno al estado de derecho.”

La verdadera razón del maravilloso discurso de Obama se explica de forma indiscutible a mediados de su mensaje y con sus propias palabras: “América Latina solo se va a volver más importante para Estados Unidos, especialmente para nuestra economía. […] Compramos más de sus productos y servicios que ningún otro país, e invertimos más en esta región que ningún otro país. […] nosotros exportamos más de tres veces a América Latina que lo que exportamos a China. Nuestras exportaciones a esta región… aumentan más rápido que nuestras exportaciones al resto del mundo…”. Se puede acaso deducir de esto que “cuanto más próspera sea América Latina, más próspero será Estados Unidos.”

Dedica más adelante insípidas palabras a los hechos reales:

“Pero seamos francos y también admitamos […] que el progreso del continente americano no es suficientemente rápido. No para los millones que sufren la injusticia de la extrema pobreza. No para los niños en las barriadas y las favelas, que sólo quieren las mismas oportunidades que tienen los demás.”

“El poder político y económico con demasiada frecuencia está concentrado en las manos de pocos, en lugar de servir a la mayoría.”, expresó textualmente

“No somos la primera generación que enfrenta esos retos. Hace exactamente 50 años, el Presidente John F. Kennedy propuso una ambiciosa Alianza para el Progreso.”

“El desafío ante el Presidente Kennedy persiste: ‘construir un hemisferio en el que todos [los pueblos] puedan tener la esperanza de un estándar de vida apropiado, en el que todos puedan vivir su vida con dignidad y libertad’.”

Es increíble que venga ahora con esa historia tan burda que constituye un insulto a la inteligencia humana.

No le queda más remedio que mencionar entre las grandes calamidades un problema que se origina en el colosal mercado de Estados Unidos y con armas homicidas de ese país: “Las pandillas de criminales y narcotraficantes no solo son una amenaza contra la seguridad de los ciudadanos. Son una amenaza contra el desarrollo porque ahuyentan la inversión que necesita la economía para prosperar. Y son una amenaza directa contra la democracia porque alientan la corrupción que socava a las instituciones desde adentro.”

Más adelante añade a regañadientes: “Pero nunca eliminaremos el atractivo de los carteles y pandillas a no ser que también les hagamos frente a las fuerzas sociales y económicas que alimentan la criminalidad. Necesitamos llegar a los jóvenes vulnerables antes de que recurran a las drogas y el crimen.”

“Como Presidente, he dejado en claro que en Estados Unidos aceptamos nuestra responsabilidad por la violencia generada por las drogas. La demanda de drogas, incluida aquella en Estados Unidos, impulsa esta crisis. Por eso formulamos una nueva estrategia para el control de drogas que se centra en reducir la demanda de drogas por medio de la educación, prevención y tratamiento.”

Lo que no dice es que en Honduras 76 personas por cada 100 mil habitantes mueren a causa de la violencia, 19 veces más que en Cuba, donde prácticamente, a pesar de la proximidad de Estados Unidos, tal problema apenas existe.

Después de unas cuantas tonterías por el estilo, sobre las armas con camino a México que están confiscando, un Acuerdo Transpacífico, el Banco Interamericano de Desarrollo, con el que dice se esmeran en aumentar el “Fondo de Crecimiento con Microfinanciación para las Américas” y prometer la creación de nuevas “Vías a la Prosperidad” y otros términos altisonantes que pronuncia en inglés y español, vuelve a sus peregrinas promesas de unidad hemisférica y trata de impresionar a los oyentes con los riesgos del cambio climático.

Añade Obama “Y si alguien duda de la urgencia del cambio climático, basta que miren dentro del continente americano, desde las fuertes tormentas del Caribe hasta el descongelamiento de glaciares en los Andes y la pérdida de bosques y tierras de cultivo en toda la región.” Sin el valor de reconocer que su país es el máximo responsable de esa tragedia.

Explica que se enorgullece de anunciar que “…Estados Unidos está trabajando con socios en la región, entre ellos el sector privado, para aumentar en 100,000 el número de estudiantes de Estados Unidos en América Latina, y en 100,000 el número de estudiantes de América Latina que estudian en Estados Unidos.” Ya se sabe lo que cuesta estudiar Medicina u otra carrera en ese país, y el robo descarado de cerebros que practica Estados Unidos.

Toda su palabrería para terminar con una loa a la OEA que Roa calificó como “Ministerio de Colonias Yanki”, cuando en memorable denuncia de nuestra Patria en Naciones Unidas, informó que el gobierno de Estados Unidos había atacado nuestro territorio el 15 de abril de 1961 con bombarderos B-26 pintados con insignias cubanas; un hecho desvergonzado que dentro de 23 días cumplirá 50 años.

De esa forma creyó que todo estaba plenamente listo para proclamar el derecho a subvertir el orden en nuestro país.

Confiesa paladinamente que están “permitiendo que los estadounidenses envíen remesas para darles cierta esperanza económica a gente en toda Cuba, como también más independencia de las autoridades.”

“…continuaremos buscando maneras de aumentar la independencia del pueblo cubano, que tiene derecho a la misma libertad que todos los demás en este hemisferio.”

Luego reconoce que el bloqueo daña a Cuba, priva a la economía de recursos. ¿Por qué no reconoce que las intenciones de Eisenhower, y el objetivo declarado de Estados Unidos cuando lo aplicó, era rendir por hambre al pueblo de Cuba?

¿Por qué se mantiene? ¿A cuántos cientos de miles de millones de dólares asciende la indemnización que Estados Unidos debe pagar a nuestro país? ¿Por qué mantienen en prisión a los 5 Héroes antiterroristas cubanos? ¿Por qué no se aplica la Ley de Ajuste a todos los latinoamericanos en lugar de permitir que miles de ellos resulten muertos o heridos en la frontera impuesta a ese país después de arrebatarle más de la mitad de su territorio?

Le ruego al Presidente de Estados Unidos que me excuse la franqueza.

No albergo sentimientos hostiles hacia él o su pueblo.

Cumplo el deber de exponer lo que pienso de su “Alianza Igualitaria”.

Nada ganará Estados Unidos al crear y estimular el oficio de mercenarios. Puedo asegurarle que los mejores y más preparados jóvenes de nuestro país graduados en la Universidad de Ciencias Informáticas conocen mucho más de Internet y computación que el Premio Nobel y Presidente de Estados Unidos.



Fidel Castro Ruz

Marzo 22 de 2011

9 y 17 p.m.

viernes, 4 de marzo de 2011

ReflexiónFidel: La Guerra inevitable de la OTAN (Segunda parte)




La Guerra inevitable de la OTAN

La Guerra inevitable de la OTAN (Segunda parte)
4 MARZO 2011
Cuando Gaddafi, coronel del ejército libio, inspirado en su colega egipcio Abdel Nasser, derrocó al Rey Idris I en 1969 con solo 27 años de edad, aplicó importantes medidas revolucionarias como la reforma agraria y la nacionalización del petróleo. Los crecientes ingresos fueron dedicados al desarrollo económico y social, particularmente a los servicios educacionales y de salud de la reducida población libia, ubicada en un inmenso territorio desértico con muy poca tierra cultivable.

Bajo aquel desierto existía un extenso y profundo mar de aguas fósiles. Tuve la impresión, cuando conocí un área experimental de cultivos, que aquellas aguas, en un futuro, serían más valiosas que el petróleo.

La fe religiosa, predicada con el fervor que caracteriza a los pueblos musulmanes, ayudaba en parte a compensar la fuerte tendencia tribal que todavía subsiste en ese país árabe.

Los revolucionarios libios elaboraron y aplicaron sus propias ideas respecto a las instituciones legales y políticas, que Cuba, como norma, respetó.

Nos abstuvimos por completo de emitir opiniones sobre las concepciones de la dirección libia.

Vemos con claridad que la preocupación fundamental de Estados Unidos y la OTAN no es Libia, sino la ola revolucionaria desatada en el mundo árabe que desean impedir a cualquier precio.

Es un hecho irrebatible que las relaciones entre Estados Unidos y sus aliados de la OTAN con Libia en los últimos años eran excelentes, antes de que surgiera la rebelión en Egipto y en Túnez.

En los encuentros de alto nivel entre Libia y los dirigentes de la OTAN ninguno de estos tenía problemas con Gaddafi. El país era una fuente segura de abastecimiento de petróleo de alta calidad, gas e incluso potasio. Los problemas surgidos entre ellos durante las primeras décadas habían sido superados.

Se abrieron a la inversión extranjera sectores estratégicos como la producción y distribución del petróleo.

La privatización alcanzó a muchas empresas públicas. El Fondo Monetario Internacional ejerció su beatífico papel en la instrumentación de dichas operaciones.

Como es lógico, Aznar se deshizo en elogios a Gaddafi y tras él Blair, Berlusconi, Sarkozy, Zapatero, y hasta mi amigo el Rey de España, desfilaron ante la burlona mirada del líder libio. Estaban felices.

Aunque pareciera que me burlo no es así; me pregunto simplemente por qué quieren ahora invadir Libia y llevar a Gaddafi a la Corte Penal Internacional en La Haya.

Lo acusan durante las 24 horas del día de disparar contra ciudadanos desarmados que protestaban. ¿Por qué no explican al mundo que las armas y sobre todo los equipos sofisticados de represión que posee Libia fueron suministrados por Estados Unidos, Gran Bretaña y otros ilustres anfitriones de Gaddafi?

Me opongo al cinismo y a las mentiras con que ahora se quiere justificar la invasión y ocupación de Libia.

La última vez que visité a Gaddafi fue en mayo de 2001, 15 años después de que Reagan atacó su residencia bastante modesta, donde me llevó para ver cómo había quedado. Recibió un impacto directo de la aviación y estaba considerablemente destruida; su pequeña hija de tres años murió en el ataque: fue asesinada por Ronald Reagan. No hubo acuerdo previo de la OTAN, el Consejo de Derechos Humanos, ni el Consejo de Seguridad.

Mi visita anterior había tenido lugar en 1977, ocho años después del inicio del proceso revolucionario en Libia. Visité Trípoli; participé en el Congreso del Pueblo libio, en Sebha; recorrí los primeros experimentos agrícolas con las aguas extraídas del inmenso mar de aguas fósiles; conocí Bengasi, fui objeto de un cálido recibimiento. Se trataba de un país legendario que había sido escenario de históricos combates en la última guerra mundial. Aún no tenía seis millones de habitantes, ni se conocía su enorme volumen de petróleo ligero y agua fósil. Ya las antiguas colonias portuguesas de África se habían liberado.

En Angola habíamos luchado durante 15 años contra las bandas mercenarias organizadas por Estados Unidos sobre bases tribales, el gobierno de Mobutu, y el bien equipado y entrenado ejército racista del apartheid. Éste, siguiendo instrucciones de Estados Unidos, como hoy se conoce, invadió Angola para impedir su independencia en 1975, llegando con sus fuerzas motorizadas a las inmediaciones de Luanda. Varios instructores cubanos murieron en aquella brutal invasión. Con toda urgencia se enviaron recursos.

Expulsados de ese país por las tropas internacionalistas cubanas y angolanas hasta la frontera con Namibia ocupada por Sudáfrica, durante 13 años los racistas recibieron la misión de liquidar el proceso revolucionario en Angola.

Con el apoyo de Estados Unidos e Israel desarrollaron el arma nuclear. Poseían ya ese armamento cuando las tropas cubanas y angolanas derrotaron en Cuito Cuanavale sus fuerzas terrestres y aéreas, y desafiando el riesgo, empleando las tácticas y medios convencionales, avanzaron hacia la frontera de Namibia, donde las tropas del apartheid pretendían resistir. Dos veces en su historia nuestras fuerzas han estado bajo el riesgo de ser atacadas por ese tipo de armas: en octubre de 1962 y en el Sur de Angola, pero en esa segunda ocasión, ni siquiera utilizando las que poseía Sudáfrica habrían podido impedir la derrota que marcó el fin del odioso sistema. Los hechos ocurrieron bajo el gobierno de Ronald Reagan en Estados Unidos y Pieter Botha en Sudáfrica.

De eso, y de los cientos de miles de vidas que costó la aventura imperialista, no se habla.

Lamento tener que recordar estos hechos cuando otro gran riesgo se cierne sobre los pueblos árabes, porque no se resignan a seguir siendo víctimas del saqueo y la opresión.

La Revolución en el mundo árabe, que tanto temen Estados Unidos y la OTAN, es la de los que carecen de todos los derechos frente a los que ostentan todos los privilegios, llamada, por tanto, a ser más profunda que la que en 1789 se desató en Europa con la toma de la Bastilla.

Ni siquiera Luis XIV, cuando proclamó que el Estado era él, poseía los privilegios del Rey Abdulá de Arabia Saudita, y mucho menos la inmensa riqueza que yace bajo la superficie de ese casi desértico país, donde las transnacionales yankis determinan la sustracción y, por tanto, el precio del petróleo en el mundo.

A partir de la crisis en Libia, la extracción en Arabia Saudita se elevó en un millón de barriles diarios, a un costo mínimo y, en consecuencia, por ese solo concepto los ingresos de ese país y quienes lo controlan se elevan a mil millones de dólares diarios.

Nadie imagine, sin embargo, que el pueblo saudita nada en dinero. Son conmovedores los relatos de las condiciones de vida de muchos trabajadores de la construcción y otros sectores, que se ven obligados a trabajar 13 y 14 horas con salarios miserables.

Asustados por la ola revolucionaria que sacude el sistema de saqueo prevaleciente, después de lo ocurrido con los trabajadores de Egipto y Túnez, pero también por los jóvenes sin empleo en Jordania, los territorios ocupados de Palestina, Yemen, e incluso Bahrein y los Emiratos Árabes con ingresos más elevados, la alta jerarquía saudita está bajo el impacto de los acontecimientos.

A diferencia de otros tiempos, hoy los pueblos árabes reciben información casi instantánea de los sucesos, aunque extraordinariamente manipulada.

Lo peor para el estatus quo de los sectores privilegiados es que los porfiados hechos están coincidiendo con un considerable incremento de los precios de los alimentos y el impacto demoledor de los cambios climáticos, mientras Estados Unidos, el mayor productor de maíz del mundo, gasta el 40 por ciento de ese producto subsidiado y una parte importante de la soya en producir biocombustible para alimentar los automóviles. Seguramente Lester Brown, el ecologista norteamericano mejor informado del mundo sobre productos agrícolas, nos pueda ofrecer una idea de la actual situación alimentaria.

El presidente bolivariano, Hugo Chávez, realiza un valiente esfuerzo por buscar una solución sin la intervención de la OTAN en Libia. Sus posibilidades de alcanzar el objetivo se incrementarían si lograra la proeza de crear un amplio movimiento de opinión antes y no después que se produzca la intervención, y los pueblos no vean repetirse en otros países la atroz experiencia de Iraq.

Final de la Reflexión.



Fidel Castro Ruz

Marzo 3 de 2011

10 y 32 p.m.

Fuente:
http://www.cubadebate.cu/reflexiones-fidel/2011/03/04/la-guerra-inevitable-de-la-otan-segunda-parte/

La Guerra inevitable de la OTAN



3 MARZO 2011
A diferencia de lo que ocurre en Egipto y Túnez, Libia ocupa el primer lugar en el Índice de Desarrollo Humano de África y tiene la más alta esperanza de vida del Continente. La educación y la salud reciben especial atención del Estado. El nivel cultural de su población es sin dudas más alto. Sus problemas son de otro carácter. La población no carecía de alimentos y servicios sociales indispensables. El país requería abundante fuerza de trabajo extranjera para llevar a cabo ambiciosos planes de producción y desarrollo social.

Por ello suministraba empleo a cientos de miles de trabajadores egipcios, tunecinos, chinos y de otras nacionalidades. Disponía de enormes ingresos y reservas en divisas convertibles depositadas en los bancos de los países ricos, con las cuales adquirían bienes de consumo e incluso, armas sofisticadas que precisamente le suministraban los mismos países que hoy quieren invadirla en nombre de los derechos humanos.

La colosal campaña de mentiras, desatada por los medios masivos de información, dio lugar a una gran confusión en la opinión pública mundial. Pasará tiempo antes de que pueda reconstruirse lo que realmente ha ocurrido en Libia, y separar los hechos reales de los falsos que se han divulgado.

Emisoras serias y prestigiosas, como Telesur, se veían obligadas a enviar reporteros y camarógrafos a las actividades de un grupo y a las del lado opuesto, para informar lo que realmente ocurría.

Las comunicaciones estaban bloqueadas, los funcionarios diplomáticos honestos se jugaban la vida recorriendo barrios y observando actividades, de día o de noche, para informar lo que estaba ocurriendo. El imperio y sus principales aliados emplearon los medios más sofisticados para divulgar informaciones deformadas sobre los acontecimientos, entre las cuales había que inferir los rasgos de la verdad.

Sin duda alguna, los rostros de los jóvenes que protestaban en Bengasi, hombres, y mujeres con velo o sin velo, expresaban indignación real.

Se puede apreciar la influencia que todavía ejerce el componente tribal en ese país árabe, a pesar de la fe musulmana que comparte sinceramente el 95% de su población.

El imperialismo y la OTAN ─seriamente preocupados por la ola revolucionaria desatada en el mundo árabe, donde se genera gran parte del petróleo que sostiene la economía de consumo de los países desarrollados y ricos─ no podían dejar de aprovechar el conflicto interno surgido en Libia para promover la intervención militar. Las declaraciones formuladas por la administración de Estados Unidos desde el primer instante fueron categóricas en ese sentido.

Las circunstancias no podían ser más propicias. En las elecciones de noviembre la derecha republicana propinó un golpe contundente al Presidente Obama, experto en retórica.

El grupo fascista de “misión cumplida”, apoyado ahora ideológicamente por los extremistas del Tea Party, redujo las posibilidades del actual Presidente a un papel meramente decorativo, en el que peligraba incluso su programa de salud y la dudosa recuperación de la economía, a causa del déficit presupuestario y el incontrolable crecimiento de la deuda pública, que batían ya todos los records históricos.

Pese al diluvio de mentiras y la confusión creada, Estados Unidos no pudo arrastrar a China y la Federación Rusa a la aprobación por el Consejo de Seguridad de una intervención militar en Libia, aunque logró en cambio obtener, en el Consejo de Derechos Humanos, la aprobación de los objetivos que buscaba en ese momento. Con relación a una intervención militar, la Secretaria de Estado declaró con palabras que no admiten la menor duda: “ninguna opción está descartada”.

El hecho real es que Libia está ya envuelta en una guerra civil, como habíamos previsto, y nada pudo hacer Naciones Unidas para evitarlo, excepto que su propio Secretario General regara una buena dosis de combustible en el fuego.

El problema que tal vez no imaginaban los actores es que los propios líderes de la rebelión irrumpieran en el complicado tema declarando que rechazaban toda intervención militar extranjera.

Diversas agencias de noticias informaron que Abdelhafiz Ghoga, portavoz del Comité de la Revolución declaró el lunes 28 que “‘El resto de Libia será liberado por el pueblo libio’”.

“Contamos con el ejército para liberar Trípoli’ aseguró Ghoga durante el anuncio de la formación de un ‘Consejo Nacional’ para representar a las ciudades del país en manos de la insurrección.”

“‘Lo que queremos es informaciones de inteligencia, pero en ningún caso que se afecte nuestra soberanía aérea, terrestre o marítima’, agregó, durante un encuentro con periodistas en esta ciudad situada 1.000 km al este de Trípoli.”

“La intransigencia de los responsables de la oposición sobre la soberanía nacional reflejaba la opinión manifestada en forma espontánea por muchos ciudadanos libios a la prensa internacional en Bengasi”, informó un despacho de la agencia AFP el pasado lunes.

Ese mismo día, una profesora de Ciencias Políticas de la Universidad de Bengasi, Abeir Imneina, declaró:

“Hay un sentimiento nacional muy fuerte en Libia.”

“‘Además, el ejemplo de Irak da miedo al conjunto del mundo árabe’, subraya, en referencia a la invasión norteamericana de 2003 que debía llevar la democracia a ese país y luego, por contagio, al conjunto de la región, una hipótesis totalmente desmentida por los hechos.”

Prosigue la profesora:

“‘Sabemos lo que pasó en Irak, es que se encuentra en plena inestabilidad, y verdaderamente no deseamos seguir el mismo camino. No queremos que los norteamericanos vengan para tener que terminar lamentando a Gadafi’, continuó esta experta.”

“Pero según Abeir Imneina, ‘también existe el sentimiento de que es nuestra revolución, y que nos corresponde a nosotros hacerla’.”

A las pocas horas de publicarse este despacho, dos de los principales órganos de prensa de Estados Unidos, The New York Times y The Washington Post, se apresuraron en ofrecer nuevas versiones sobre el tema, de lo cual informa la agencia DPA al día siguiente 1º de marzo: “La oposición libia podría solicitar que Occidente bombardee desde el aire posiciones estratégicas de las fuerzas fieles al presidente Muamar al Gadafi, informa hoy la prensa estadounidense.”

“El tema está siendo discutido dentro del Consejo Revolucionario libio, precisan ‘The New York Times’ y ‘The Washington Post’ en sus versiones online.”

“‘The New York Times’ acota que estas discusiones ponen de manifiesto la creciente frustración de los líderes rebeldes ante la posibilidad de que Gadafi retome el poder”.

“En el caso de que las acciones aéreas se realicen en el marco de las Naciones Unidas, éstas no implicarían intervención internacional, explicó el portavoz del consejo, citado por ‘The New York Times’.”

“El consejo está conformado por abogados, académicos, jueces y prominentes miembros de la sociedad Libia.”

Afirma el despacho:

“‘The Washington Post’ citó a rebeldes reconociendo que, sin el apoyo de Occidente, los combates con las fuerzas leales a Gadafi podrían durar mucho y costar gran cantidad de vidas humanas.”

Llama la atención que en esa relación no se mencione un solo obrero, campesino, constructor, alguien relacionado con la producción material o a un joven estudiante o combatiente de los que aparecen en las manifestaciones. ¿Por qué el empeño en presentar a los rebeldes como miembros prominentes de la sociedad reclamando bombardeos de Estados Unidos y la OTAN para matar libios?

Algún día se conocerá la verdad, a través de personas como la profesora de Ciencias Políticas de la Universidad de Bengasi, que con tanta elocuencia narra la terrible experiencia que mató, destruyó los hogares, dejó sin empleo o hizo emigrar a millones de personas en Iraq.

Hoy miércoles dos de marzo, la Agencia EFE presenta al conocido vocero rebelde haciendo declaraciones que, a mi juicio, afirman y a la vez contradicen las del lunes: “Bengasi (Libia), 2 de marzo. La dirección rebelde libia pidió hoy al Consejo de Seguridad de la ONU que lance un ataque aéreo ‘contra los mercenarios’ del régimen de Muamar el Gadafi.”

“‘Nuestro Ejército no puede lanzar ataques contra los mercenarios, por su papel defensivo’, afirmó el portavoz rebelde Abdelhafiz Ghoga en una conferencia de prensa en Bengasi.”

“‘Es diferente un ataque aéreo estratégico que una intervención extranjera, que rechazamos’, recalcó el portavoz de las fuerzas de oposición, que en todo momento se han mostrado en contra de una intervención militar extranjera en el conflicto libio”.

¿A cuál de las muchas guerras imperialistas se parecería esta?

¿La de España en 1936, la de Mussolini contra Etiopía en 1935, la de George W. Bush contra Iraq en el año 2003 o a cualquiera de las decenas de guerras promovidas por Estados Unidos contra los pueblos de América, desde la invasión de México en 1846, hasta la de Las Malvinas en 1982?

Sin excluir, desde luego, la invasión mercenaria de Girón, la guerra sucia y el bloqueo a nuestra Patria a lo largo de 50 años, que se cumplirán el próximo 16 de abril.

En todas esas guerras, como la de Vietnam que costó millones de vidas, imperaron las justificaciones y las medidas más cínicas.

Para los que alberguen alguna duda, sobre la inevitable intervención militar que se producirá en Libia, la agencia de noticias AP, a la que considero bien informada, encabezó un cable publicado hoy, en el que se afirma: “Los países de la Organización del Tratado del Atlántico (OTAN) elaboran un plan de contingencia tomando como modelo las zonas de exclusión de vuelos establecidas sobre los Balcanes en la década de 1990, en caso de que la comunidad internacional decida imponer un embargo aéreo sobre Libia, dijeron diplomáticos”.

Más adelante concluye: “Los funcionarios, que no podían dar sus nombres debido a lo delicado del asunto, indicaron que las opciones que se observan tienen punto de partida en la zona de exclusión de vuelos que impuso la alianza militar occidental sobre Bosnia en 1993 que contó con el mandato del Consejo de Seguridad, y en los bombardeos de la OTAN por Kosovo en 1999, QUE NO LO TUVO”.

Prosigue mañana.



Fidel Castro Ruz

Marzo 2 de 2011

8 y 19 p.m.

Fuente:
http://www.cubadebate.cu/reflexiones-fidel/2011/03/03/la-guerra-inevitable-de-la-otan/